Mientras Estados Unidos se prepara para una larga y costosa reconstrucción del Puente Francis Scott Key en Baltimore, un proyecto que se espera dure alrededor de diez años tras su colapso este año, China sigue avanzando a un ritmo impresionante en la construcción de infraestructura. En comparación, China ha completado construcciones mucho más grandes en menos tiempo, como el Puente Shenzhen-Zhongshan, que con sus 24 kilómetros de longitud se espera esté terminado en solo siete años desde su inicio en 2017.
El Puente Francis Scott Key, un ícono de la infraestructura moderna estadounidense desde su inauguración en 1977, sufrió un colapso tras el impacto de un barco carguero, lo que llevó a una operación de rescate y limpieza inmediata. Ahora, la reconstrucción no solo demanda tiempo sino también un presupuesto considerable, estimado en unos 400 millones de dólares.
Por otro lado, en China, la construcción de puentes es una demostración de eficiencia y capacidad. Además del Shenzhen-Zhongshan, China alberga el Gran Puente de Danyang-Kunshan, el puente más largo del mundo con 164 kilómetros, y el puente marítimo de Hong Kong-Zhuhai-Macao, el más extenso de su tipo con 55 kilómetros.
Estas diferencias no solo subrayan los retos logísticos y burocráticos que enfrenta Estados Unidos en comparación con China, sino también el enfoque y la prioridad que cada país asigna a sus proyectos de infraestructura. Mientras que en Estados Unidos los estudios ambientales y regulaciones son parte integral del proceso, en China la agilidad en la ejecución de grandes obras parece ser la norma.
Esta situación destaca no solo la disparidad en tiempos de construcción y enfoques gubernamentales, sino también el desafío continuo de balancear eficiencia, seguridad y sostenibilidad en los grandes proyectos de infraestructura a nivel global.