Mérida, Yucatán.― El Parque de las Américas, con sus 79 años de historia, es mucho más que un simple espacio cultural; es el corazón palpitante de la colonia García Ginerés. Desde sus inicios, ha sido un refugio de arte y cultura, y hoy en día, es un lugar donde las risas y los aromas de la comida se mezclan en el aire, creando un ambiente mágico. Por las noches, el parque se transforma en un festín de sabores y colores. Las marquesitas crujientes, los esquites con todo y las clásicas tortas de “Don Beto” se han convertido en rituales para los meridanos. Familias, amigos y parejas se reúnen bajo las estrellas, compartiendo momentos que se convertirán en recuerdos imborrables.
El especialista Jorge Jiménez Ricalde nos recuerda la importancia de preservar este tesoro arquitectónico. Cada rincón del parque, diseñado meticulosamente por el arquitecto Manuel Amábilis, cuenta una historia. Las bancas, los árboles y las fuentes no son solo elementos decorativos; son testigos silenciosos de generaciones de meridanos que han encontrado en el parque un segundo hogar. Jiménez Ricalde advierte sobre los errores cometidos en la Plaza Grande, como el retiro de árboles y el cambio de pavimento, y subraya la importancia de mantener el parque en su estado original.
La biblioteca “Carlos R. Menéndez” y las edificaciones circundantes enriquecen aún más este espacio, fomentando la cultura y el conocimiento. Sin embargo, Jiménez Ricalde sugiere que se deben mejorar algunos servicios, especialmente en términos de movilidad y sanitarios, para que el parque siga siendo un lugar acogedor para todos. El Parque de las Américas no es solo un lugar; es una experiencia, una tradición y un símbolo de la identidad meridana. Su conservación es esencial para que las futuras generaciones también puedan disfrutar de su belleza y su historia.